viernes, 19 de febrero de 2016

Amnesia

1.
El tren no aparece. El reloj tiene prisa. Lo mismo que la gente. Rápido. Rápido. Todo el mundo se mueve a gran velocidad. Todo el mundo tiene un lugar al cual llegar, de preferencia, lo más rápido posible.
Tú, mientras, esperas. Te vuelves a asomar al túnel. El tren no aparece.

2.
La negrura absorbe tu memoria, toda tu capacidad de pensamiento se va sobre las vías hacia ese lugar incierto que es el otro lado. Allá. De donde viene el aire. Una pequeña brisa que empuja y jala, que transporta. Y aunque los ojos no ven, el aire llena los pulmones. Respira. Respira. Respira.

3.
El canto de las ruedas, de los frenos, de las puertas que se abren justo a la altura de los ojos ahogados de luz. Esa luz que emerge como un puño que, de la nada, golpea el rostro y te despierta. Das un paso al frente, entras al vagón. Ahora viene la inmersión.

4.
Manos, brazos, cabellos. Un ejército de seres te rodea. Autómatas olvidados en un rincón. Rostros sin expresiones. Cabezas sin ideas. Bocas sin voces. Todos se mueven sin moverse. Van adonde los lleven. Sin poder cambiar de rumbo. Sin poder bajar.

5.
Un ruido sordo. La fricción. Paredes que lo cubren todo. El suelo se sacude, y el cielo, ese que aquí no es más que una lámina que corre hacia el horizonte marcado por una puerta de acero y una ventana. El plástico translúcido deja pasar un punto de luz, el color amarillo que anuncia la siguiente parada.

6.
Te dejas llevar por el oleaje. La gente sale a borbotones. Y con ellos, tú. Estás afuera.

7.
¿Hacia dónde es que ibas? ¿Para arriba o para abajo? ¿En esta dirección o en la otra? Hay cientos de escalones antes de llegar al último. Es momento de subir.

8.
La entrada y la salida son el mismo lugar. Un mismo punto de tránsito que lleva a todos lados, y a ninguno. Es un sólo paso el que decide. El mundo se abre. De pronto, nubes y árboles y aves que se pierden en un horizonte ahora más amplio, ahora azul.

9.
El olor de la tierra sube hasta tus narices. Agua con sal. Barro. Splish, splash. Splish, splash. Suenan tus pasos mojados. Tu alma canta. Tu mente calla.

10.
Neumáticos girando. Navecitas de metal ocupadas por cabezas con gestos de dolor, desesperanza, hastío. Caudales de autos atorados en un purgatorio de asfalto.

11.
Un pie, luego otro. Vas a seguir caminando. Un parque se asoma a la distancia. Allí te espera una banca pintada de verde. En su respaldo, el águila que va a tomarte de los hombros y va a llevarte lejos, muy lejos de ti. Con suerte, será a algún lugar donde alguien sepa tu nombre.



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