sábado, 9 de abril de 2016

Lluvia de abril

Esta tarde está lloviendo. Más bien, la lluvia de esta tarde paró hace unos cuantos minutos. Pero es sólo una pausa, lo sé. En un rato más, estoy segura, el agua retomará su caída.

  Por ahora, sólo las gotas que se descuelgan del techo o de alguna rama, aquéllas que se quedaran varadas en algún rincón o recoveco, se patinan, escurridizas, y se hacen infinitamente más presentes que si hubieran emergido unos instantes atrás, cuando todavía era un batallón lo que vertía del cielo.


  Son sabias, esas últimas gotas, porque es éste el momento más bello en una tarde lluviosa: el remanso.


  Un rato de calma entre la tormenta que recién amaina y la que ya amenaza. La cortina líquida se alza y deja al descubierto un mundo amplificado: olores que penetran la razón, colores que endulzan la memoria... el verde de la hoja, el rojo de la rosa, el azul de la violeta.


  Este lugar en el que viven, en el que vivo yo también, debería ser un desierto. Pero la voluntad del hombre con sus máquinas para cargar y cavar y regar lo ha convertido en una especie de bosque tropical algo reseco; alimentado artificialmente con incontables toneladas de semillas traídas desde lejos, y el agua expulsada por los miles de aspersores que puntualmente cumplen su diaria misión, sobrevive la aridez a duras penas.


  Pero las plantas lo saben tan bien como yo, que no es lo mismo.


 Por eso, en días como el de hoy, en estos despampanantes días nublados y lluviosos, árboles, arbustos, flores y enredaderas; cactus, helechos, pinos y palmeras; céspedes, pastizales y praderas, todos se animan, se visten de fiesta.


 Yo los acompaño y celebro a mi manera: con una caminata mojada y repleta de respiraciones profundas con las que absorbo hasta la última gota del paisaje.


  Y es que me he vuelto una especie de planta desértica, de esas que acumulan agua en su raíz para lograr subsistir en los días calientes y soleados.

  Porque el líquido que brota de las tuberías podrá mantenernos con vida, pero no posee el encanto de la lluvia, esa especie de magia que hechiza y ensancha, no sólo las raíces, sino también el alma.




2 comentarios:

  1. Me encantó!!!
    Gracias por llevarme hasta allá contigo y despues devolverme suavemente a mi realidad. Hiciste que escapara unos minutos del trabajo para ir a mojarme los pies allá en tu tierra mojada...

    ResponderBorrar
  2. ¡Gracias a ti por acompañarme en este paseo!
    Abrazo

    ResponderBorrar