jueves, 19 de mayo de 2016

Sólo un texto

El caldo burbujea sobre la hornilla trasera de la estufa. Es res, es tomate, son granos de elote. Es la cena.

La ventana de la cocina está abierta para dejar escapar los vapores y el calor. Afuera sólo hay tarde; un luminoso jueves de mayo que transcurre sin prisas, pero no aletargado.

Desde mis pies, sube hasta mi cara el aire del ventilador que me sigue de cuarto en cuarto, como un perro lazarillo sin cuya ayuda yo fácilmente podría sofocarme.

Es el principio del verano. Es el final y el inicio de mi año.

El día en que me toca apagar las velas del pastel está cerca, y me alegra saber que esta vez no siento nervios, no tengo miedo.

Me serví una cucharada de sopa en una jicarita de barro; la dejé enfriar a la orilla del fregadero y ahora voy a probarla. Después quiero tomar un baño y arreglarme para salir. Esta noche comienza el fin de semana en el que cumplo 37 años.

La sopa está lista. Yo también lo estoy.







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