La niña observaba su burbuja. Le habían dicho que eso era la vida: los retratos colgados en las paredes, los platos servidos sobre la mesa. Le decían que de ese tamaño era el mundo; que si tenía eso, lo tenía todo.
La mujer juega a la casita. Le gusta creer que eso es la vida. Le gusta colgar retratos en las paredes y servir platos sobre la mesa.
Sin embargo, siente que el mundo está afuera, que hay que estirar la mano, tronar la burbuja. Pero teme que, si pierde eso, lo habrá perdido todo.