viernes, 29 de julio de 2016

Principio y fin

Derrumbe

Se lo decía todo el tiempo. Se lo repetí hasta el cansancio, que teníamos que irnos de allí. Le advertí muchas veces que el lugar se estaba cayendo a pedazos. Le tomé la mano y, despacio, con mucha calma, fui mostrándole cada una de las fisuras, todas esas grietas que anunciaban lo que yo reconocía como irremediable: el derrumbe. El piso se abría a nuestro paso. El techo se desmoronaba con cada movimiento. Las paredes se resquebrajaban a la menor provocación.

—Si nos quedamos quietos no pasa nada, mira —respondía. Y se petrificaba por días.

No sé exactamente cuándo fue. Sucedió hace tanto. Despertamos y todo estaba en ruinas. No había manera de reparar los daños.  

Puse mis pies sobre la tierra y sentí los escombros. Supe que tendría que caminar sobre ellos.

Percibí su cuerpo erguido en la otra orilla de la cama. No se dijo nada. Ya no teníamos palabras. Me incorporé y di algunos pasos entre el cascajo. Giré la cabeza y sentí la necesidad de romper el silencio, de hacerle un llamado.

—Ven conmigo. Por favor, no te quedes. Por favor. No me dejes ir sin ti.

No sé si me escuchó. No recibí respuesta alguna. Pensé en empacar una maleta, en llevarme ciertas cosas. Pero nada me pertenecía ya.

Eché a andar, intentando evitar los escombros. “Lo que menos necesito ahora”, me dije en silencio, “es volver a tropezar con el pasado”.


Cimientos

Te sentaste en la banca de frente al río. Siempre se me hizo extraño que a lo largo de toda la orilla no hubiera más que esa. Y peor aún, que jamás estuviera ocupada. A mí me encantaba estar allí, mirando el tiempo flotar sobre el agua, y dejarse arrastrar por la corriente.

De vez en cuando pasaba alguna persona caminando a prisa; gente que transitaba hacia mil destinos ignorados. Pero nadie se quedaba. Nadie se detenía, nunca.

Ese día llegué a instalarme como de costumbre, con un cuaderno de notas, un libro, y suficiente música para escuchar por horas.

Así eran mis tardes de la primavera en que te vi. Nunca antes había encontrado a alguien en mi sitio, y me tomó un momento reaccionar. Tu cabeza estaba agachada. Con sólo ver tu nuca, ya me había sonrojado. Permanecí inmóvil a unos pasos de ti, a tus espaldas. Aguardé unos minutos. No sé cuántos. Ni por un instante alzaste la mirada.

Finalmente mis pies comenzaron a moverse. En las bolsas del pantalón, mis manos tiritaban, nerviosas. Mis ojos no podían parpadear y mi garganta parecía estar cerrada. Cuando llegué a pararme frente a ti, apenas conseguí balbucear:

—¿Te importa si me siento?

Entonces por fin me miraste.

—Adelante.

Nos quedamos ahí, lado a lado, por lo que pareció una eternidad. Lo recuerdo claramente, como si hubiera sido ayer, que cuando se hizo de noche, nos paramos, muy despacio, y nos fuimos caminando, juntos.





lunes, 18 de julio de 2016

Vislumbre


Hoy me encontré una cara mía que hace años no veía. Luego me puse los lentes, miré más de cerca, y desaparecí de vuelta.

¿Hacia dónde me habré largado ahora?



Espero que a algún sitio con nieve, y sin balas.













jueves, 7 de julio de 2016

Sueños I

—¿Qué pasaría si me quedara encerrada en un sueño?

—O sea, ¿como éste?

—Justamente, ¿qué hago en ese caso?

—Pinto

—¿Qué pinto?

—Unas flores

—¿De cuáles?

—No sé, pero voy a trenzármelas en el cabello.

—¿Qué tal si bebo algo?

—¿Puedo tomar en los sueños?

—Pues si puedo pintar…

—Claro, ¡salud!

—Me gustan las burbujas, saben a piel de chabacano.

—Los chabacanos son de lo mejor en la vida.

—Tan dulces.

—Voy a comer un chabacano y una rebanada de queso.

—¿Qué tipo de queso?

—Uno que vaya bien con las burbujas.

—Esa burbuja subió por mi nariz y llegó a mi ojo. Mírala, está saliendo.

—Como de un capullo.

—¡Se cree mariposa!

—Buena idea.

—Volverse mariposa, ¡sí! Y salir volando.

—¡Buena idea!                                  
                                  
—Está muy frío el cristal de esta ventana.

—¿Qué debo hacer si me quedo encerrada en un sueño?

Mariposa, Insectos, Animales

viernes, 1 de julio de 2016

Cinco sentidos

Abrí los ojos buscando distraerme de las cosas que traigo en la cabeza


Afuera, miré el mundo
vi niños en balsas, vi hombres de puños alzados y palabras que matan


Cerré los ojos y fui a refugiarme en mis oídos
escuché el eco de una voz que llamaba
me decía que en su espacio hay poco, o nada
nada que no sea el aire
nada más que sus dos manos
con las que aferrarse a su tierra y la salva


Abrí los ojos y quise esconderme en mi boca
probé la sal
lamí el azúcar
y en la garganta sentí resbalar la saliva
que se quedó atorada a la altura de un nudo


Cerré la boca y le pedí ayuda a mi olfato
olí la gasolina quemada
la colina en llamas


En un último intento desesperado
busqué alivio en mi tacto
y en el suave calor de un abrazo
encontré
que no todo tiene 
por qué ser tan malo.