viernes, 27 de mayo de 2016

De la mano

Nos damos la mano. Tú vas de blanco; yo, de verde.
Sentadas. Tú, al lado mío.
Sentadas. Yo, al lado tuyo.
Tú estás de verde; yo, de blanco. Nos damos la mano


Pero no nos vemos a los ojos.
Mirando hacia el frente, pensamos.
Tú, en mí; yo, en ti. Pensamos
En cómo late el corazón.


Un sólo corazón. Late
De tu pecho al  mío, el corazón
Late
De mi pecho al tuyo, el corazón
Es uno sólo porque tú y yo


Podríamos ser una misma persona
Pero no
Somos la misma persona
Tú y yo. Pensamos


En cómo los ojos no se miran
Porque no queremos conocernos.
Hay que estar distantes.
Hay que ser distintas


Tú y yo.
Nos damos la mano y
Nos sentamos la una al lado de la otra
Porque esa es la manera
De no estar sola.





jueves, 19 de mayo de 2016

Sólo un texto

El caldo burbujea sobre la hornilla trasera de la estufa. Es res, es tomate, son granos de elote. Es la cena.

La ventana de la cocina está abierta para dejar escapar los vapores y el calor. Afuera sólo hay tarde; un luminoso jueves de mayo que transcurre sin prisas, pero no aletargado.

Desde mis pies, sube hasta mi cara el aire del ventilador que me sigue de cuarto en cuarto, como un perro lazarillo sin cuya ayuda yo fácilmente podría sofocarme.

Es el principio del verano. Es el final y el inicio de mi año.

El día en que me toca apagar las velas del pastel está cerca, y me alegra saber que esta vez no siento nervios, no tengo miedo.

Me serví una cucharada de sopa en una jicarita de barro; la dejé enfriar a la orilla del fregadero y ahora voy a probarla. Después quiero tomar un baño y arreglarme para salir. Esta noche comienza el fin de semana en el que cumplo 37 años.

La sopa está lista. Yo también lo estoy.







jueves, 12 de mayo de 2016

A mi tío

El tiempo tiene arrugas y dobleces, fisuras y grietas; está lleno de recovecos en los que van cayendo las cosas que hacemos y las que no, las cosas con las que fantaseamos, con las que soñamos, las cosas a las que tememos y de las que nada queremos saber.

Y resulta que nosotros caminamos, con nuestros dos pies bien puestos sobre la tierra, tirando por aquí y por allá fragmentos de lo que somos. Ni cuenta nos damos de lo que se nos cae en esas rendijas de tiempo, hasta que de pronto un día, así porque sí, damos un paso en falso y vamos a parar a un oscuro resquicio en el que nos topamos de frente con un pedazo de nuestra historia, un trozo de la existencia que puede resultarnos familiar, o completamente desconocido.

Hoy yo caí por un agujero tal. Como muchas otras veces para mí, todo empezó cuando abrí un cajón de mi escritorio. Igual que en muchas otras ocasiones, andaba buscando una palabra, pero me encontré a una persona.

Es raro toparse con alguien que ya no existe. Un ser que vivió ya su vida entera, de principio a fin; por lo menos aquélla en la que uno los conoció. Porque yo no sé cuánto haya de cierto en ese asunto de las reencarnaciones; pero, si esta persona a la que hallé hoy tenía algo de razón en sus creencias, bien podría ser que él se encontrara ya viviendo otra vida, una en la que no sé si algún día lo conoceré.

Él solía decirme que no era nuestra primera vida juntos. En ésta que es la mía por el momento, él fue mi tío. No sé qué parentesco nos habrá unido antes. Y sobra decir que desconozco también el vínculo por el que podríamos volvernos a juntar.

Lo que sí sé es que hoy él estaba esperándome en ese cajón, agazapado en la página de un cuaderno hermoso y viejo. Allí lo había dejado aprisionado sin querer.

Hoy abrí ese cuaderno y cambié algunas de sus letras. Le di otro inicio a esa historia, la historia que escribí para hablar del final de esa vida suya en la que fue mi tío.

Un tachón con tinta a las palabras que en otro momento escribiera en lápiz, y ahora él está libre; al menos de esa línea en la que hace años apagué una luz, y después describí cómo la esencia de mi tío se iba quedado encerrada entre las cuatro paredes de un cuarto imaginario.

Hoy abrí las ventanas de aquel lugar. Dejé entrar el aire. Permití que la brisa corriera y se llevara el polvo, el sudor, el llanto.

Hoy decidí celebrar la vida de mi tío, en lugar de recordar su muerte. Porque sí, estoy convencida de que hoy, un día después del que hubiera sido su cumpleaños 65, mi tío vino a visitarme.

Si algo de lo que él me dijo tantas veces es cierto, hoy recibí la visita de un ser de luz que volvió a este mundo con antojo de pay de limón. Supongo que él hubiera preferido una generosa rebanada de los Coronado de Clavería, adornada con una capa de esponjoso merengue. Yo no sabía que era para él, así que compré en el supermercado un postre congelado con sabor a pay. Pero ahora que entiendo que el antojo no era mío, prometo buscar algo que se le parezca más a esa tarta que tanto le gustaba y comer una buena porción en su honor, después de cantarle las mañanitas.